El matrimonio fue hermoso... Al principio. Con semejantes personalidades, empleos y poderes tarde o temprano iban a buscar más. Eran después de todo dos almas dedicadas a la acción, a perseguir objetivos más grandes que ellos. La distancia floreció entre ambos ante diferentes misiones, y sin ser demasiado fanáticos de las llamadas o los mensajes terminaron separados quizás un año. Ella lo tomó con humor, volvió a casa abriendo la puerta con fuerza y alzando los brazos. — ¡Amor, estoy en casa! — Y se preparó. Bien podría ser recibida a tiros por Soren.
Suspiraba pausadamente. Cada segundo pasado entre las canciones, eran segundos que desgastaba mirando hacia el cielo. Veía a las sombras de las nubes perseguirse, como las palmeras se golpeaban con el viento, y finalmente, como el sol golpeaba sus lentes de aviador. Era el tipo de situación que le hacía parecer un jubilado, más acabado que la propia fachada antigua de la enorme casa. Pero todo cambió, todo cambió desde que sintió una prescencia detrás suyo, y alzó una desert eagle que estaba pegada abajo de la mesa, con una cinta de aislar.
— Ni lo intentes. —
Profirió, dejando el índice presionado justo donde el gatillo descansaba. Por alguna razón el arma tenía seguro, y al hacer ese click, esperando el estruendo, un tonto sonido ahogado resonó en la cámara del arma. En su mente pensó varias cosas, primero, correr, segundo, pelear. Con zaña, y a toda razón, golpeteó sus piernas contra la base del piso, y tal cual persona sin razón de sí, saltó al agua.
