Los escondites se le estaban acabando. Después de todos los problemas en los que se había metido, las malas compañías y las maldiciones que había acumulado su círculo de aliados se redujo a cero, y era hora de buscar un comienzo nuevo. Oportunamente recibió una invitación. Las coordenadas la llevaron a Seraph, una ciudad oculta bajo tierra predominada por vampiros, rebosante de conocimiento. Con tan sólo una bolsa vieja trasladó su domicilio al sitio, donde le habían preparado una habitación en un edificio compartido para visitantes. No estaba mal. Después de dormir y despertar cepilló sus.
Mientras seguía con su monótona tarea matutina pudo ver a algunas chicas que volvían del exterior. Estaban arregladas para salir de noche, olían a alcohol y caminaban con ritmo tambaleante. Casi se aproxima a preguntarles dónde podía encontrar licor, cuando miró en sus cuellos repetidas marcas de mordiscos... Habían sido un bocadillo. Antes de atorarse con la pasta de dientes tomó agua en su boca, enjuagó el interior y se acercó a una ventana a escupir. Qué buena puntería tuvo al ver que el agua cayó justo en la cabeza de un peli negro que iba pasando. — Oh rayos... —
