La nueva división ofensiva de la Orden del Rubí, así les habían llamado. Mientras que ya existía un número uno antes de siquiera fundar esa sección, al abrirla le correspondió el número dos, y a su compañero el tres. Al parecer había planes de seguir haciendo crecer esta iniciativa, pues cada vez eran más los casos sobre seres sobrenaturales fuera de control. El anonimato de estos individuos solía ser primordial, con una coexistencia respetuosa con los humanos. Algo ocurrió, algo grande, y todo se fue al demonio. El último caso había sido en la ruta nocturna del metro. Solía desaparecer una.
Llenó los pulmones de aire y tomó valor para moverse. Dejó el dinero de la cuenta sobre la mesa y se aferró al antebrazo del otro con una mano, luego usó la otra para sostener la botella.
La verdadera misión fue lo difícil que le fue llegar al hotel cercano al aeropuerto. Ni siquiera se cambió, apenas entró en la habitación se tumbó en la cama, en una postura torcida y con todo y calzado. Automáticamente cuando su cabeza tocó la almohada cayó en un sueño profundo, con la boca lo suficiente abierta para empapar la almohada al día siguiente.
Pero no importaba, su cuerpo se sentía bien, flotaba. Y esta vez dormir no atrajo pesadillas ni malos recuerdos.
