niña, el caballero, que se daba a conocer a sí mismo como Saber, le saludó, inclinándose en una respetuosa y profunda reverencia; como si fuese una dama cortesana de años ya pasados.— No debes disculparte, a partir de hoy, yo te protegeré y tendrás mi espada a tu favor. —

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— Lo sé. —fue lo que respondió en palabras escuetas, con aquélla ventisca de susurrantes pétalos que caían y se mecían sobre la brillante y pulida armadura, cuyos cálidos dedos ajenos habíanle palpado. Poco a poco se fue disipando como si de hojas otoñales se tratase. Sus brazales, su peto y sus guardabrazos platinados se veían irradiados por la luz azul de la luna que les centellaba; al igual que sus cabellos bañados en oro pálido.— Sabía que en algún lugar bajo el cielo, nos reuniríamos una vez más. —díjole, y el gesto de su mirada se tornó dócil y armonioso, mientras el lienzo azul de su manto, se turbaba suavemente ante la brisa.— Por eso... —enmudeció por un instante, cuando su sonrisa se arqueó con mayor carisma hasta versele más cálida y entrañable.— No tengo la necesidad de preguntarlo. Sé que eres mi Master, Sayō Ayaka. —tal y como lo hizo cuando aquélla era tan solo una pequeña y rapaz..

— Per-perdón, quería saber si eres real.. — se esforzó para hablar, no pudo hacerlo tan bien como hubiera querido, pero al menos había logrado decir más de una palabra, hizo un pequeño gesto con su cabeza en forma de disculpa y por ultimo se presento. — Y yo soy Ayaka.. Ayaka Sajyou. —

Finalmente el hablo y le hizo saber que era su servant, al parecer había logrado invocar a Saber. Sin poder moverse, observó como le daba la espalda para hacerse cargo de la amenaza que seguía ahí. Ayaka había dejado de creer en cuentos de hadas desde muy pequeña, pero pensó que quizá debería de volver a creer en ellos, por que aquel joven parecía un príncipe que había venido especialmente a protegerla. No se fijo mucho en lo que paso después, seguía impactada por los sucesos de los últimos minutos, pero si se dio cuenta cuando lancer decidió irse de ahí, no sin antes repetir que las cosas no se quedarían así.

— Oh.. — dijo involuntariamente cuando Saber se giro hacía ella con esa mirada tan cálida que tenía, aun estaba incrédula, así que con un poco de miedo de que todo fuera un sueño decidió tocar con la punta de sus dedos la brillante armadura que cubría el torso de él. Estaba fría al tacto pero definitivamente era real, apenada aparto de forma rápida su man

Al principio no supo que había sucedido, a pesar de estar familiarizada con ese tipo de sucesos, sus ojos no daban crédito a lo que veían, la persona que había visto en su mente segundos antes ahora estaba descendiendo poco a poco frente a ella rodeado de algunos destellos y pétalos de muchas flores que flotaban muy tranquilos en el aire, también le pareció escuchar suaves tintineos de campanas a lo lejos, estaba atónita, incluso por un momento pensó que estaba muerta y el era un ángel.

Cuando finalmente sus pies tocaron el suelo y estuvo frente a ella le pareció como si el tiempo se detuviera alrededor de ellos, de cerca era aun más perfecto y volvió a tener la sensación de haberlo visto antes. La forma en la que él la miraba la hizo sonrojar y quiso decir algo, pero lo único que salio de ella fue una exclamación casi inaudible. — Oh.. oh.. — {...}

que no pudo reprimir con firmeza; más aun así mitigó el impacto. Su lanza crujió y quebró en dos, sacándole del combate sin objetar.

El caballero le observó, con una mirada poderosa, llena de determinación y de inquebrantable voluntad; los ojos de un auténtico héroe de las leyendas. Al ver que aquél no tendría más remedio que renunciar a la batalla y fugarse, el confiado varón de aspecto juvenil, giró su rostro en dirección a su Master, para contemplarle una vez más, con la misma mirada cándida y dócil con la que le miró en inicios.

Su benévolo mirar seguía sembrado en ella, en quien ahora será su Master. Sus lienzos y sus lacios cabellos dejaron de mecerse. Sólo le miró, como quien admira la más insólita de las bellezas en el mundo; como quien se regocija de ver una vez más al ser más querido, hasta que de sus fauces le dijo, con cautivadora quietud y serenidad, deshaciendo miedos y dudas desde su suave voz afectuosa pero tenante—:

Soy Saber. Un Servant que te protegerá.

Alguna querella y un gruñido proferido por Lancer prontamente prorrumpieron la idílica escena, y antes de que pudiese arremeter contra su Master, el caballero arqueó su antebrazo diestro; tomando un breve impulso, y se giró de súbito, despidiendo una violenta ráfaga de viento en dirección a su —ahora— rival, quien no tuvo más opción que protegerse a sí mismo con el asta de su lanza, arrastrándole con los pies tallando el prado, pocos metros a su espalda debido a la fuerza del ataque [...]

La luna se coronaba desde lo alto, centellaba con un matiz azulino a través del techo vidriado y el silencio imperaba.

Ahí, erguido e imperturbable hallábase a tan solo un par de palmos de distancia de la Magus; sobrevolando bajo en el césped, una suntuosa y vasta túnica de seda azul, bordada en plata, flameó como el pendón del Dragón Rojo de Britania ante la brisa. Era la prenda inferior de un caballero de brillante armadura con todos sus bártulos, emergido casi de un cuento de hadas, engalanado de plata y de azul. Era alto como señores, de cetrinos ojos pulcros y dorados cabellos que le flotaban. Con la cabeza gacha, en sus facciones armoniosas como las de un príncipe, una sonrisa se le dibujó, bondadosa y manifestando la nobleza que irradia su corazón. Sosegado fue estrechando las distancias, descendiendo del leve vuelo hasta que sus escarpes crepitaron al pisar el verde prado.[...]

Una malla de circuitos mágicos y áureos, se trazó sobre el suelo una vez que Lancer fue repelido con brusquedad. A su compañía, la ráfaga de un viento súbito se levantó desde aquélla impoluta y palidecida luz que manó del pecho de la Magus, arrastrando con su fiero azote las hojas del prado arbolado, que pertenecían a aquél jardín, y crujían, crepitando en el vendaval que les sacudió. El fulgor se avivó, hasta que la cúspide de su radiante fuerza detonó.

Un tintineo repicó en una sola ocasión, dejando tras de sí un eco fugaz y prolongado; como al conjuro de aquél agudo sonido, el viento disipó como si nunca hubiese soplado y las redes mágicas que fluyeron en el suelo desvanecieron al cumplir su propósito. Caían verdes hojas de árboles, caían pétalos de diversos colores y caía todo aquello que fuese tan frágil como para mecerse en el aire, apacible y hermoso como si surgiesen de las tierras imperecederas de Avalon; resplandecientes como la nieve al sol. [...]

Ya no tenía miedo, sentía que todo iba a estar bien, abrió los ojos y atónita observo como una luz resplandeciente comenzaba a salir de su pecho, justo del lugar donde lancer había querido perforarla con su lanza antes de ser repelido bruscamente por aquella fuerza mágica, que también había hecho volar parte del jardín.