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AC1555631 · F
No pudo evitar quedarse quieta cual estatua en cuanto los mimos de Jules llegaron a su ser como un bálsamo a la pesadez de su mente. Un dolor apenas perceptible se abría paso en sus sienes, síntoma de la ansiedad y del episodio que acababa de tener, del cual aún no recordaba nada. Se obligó a sí misma a calmar su respiración agitada y a hacer puños con sus manos para controlar el temblor terrible en sus dedos pero, por alguna razón, resultó ser que las palabras de su esposo rompieron todo esfuerzo. Contrario a lo que se suponía que Jules quería lograr.
"¡Ya no podré atrapar te tan fácil!", había dicho... Como si no fuera nada, como si Ariadnae no hubiera cometido actos atroces contra vidas inocentes... Contra la vida del hombre al que amaba. Cerró sus ojos tan fuerte como sus puños y empezó a gritar, con las últimas fuerzas de su cuerpo: —¡Esto no es un maldito juego, Jules! —Era tal su indignación que nuevas lágrimas salían y resbalaban por sus mejillas; lágrimas de coraje, de
"¡Ya no podré atrapar te tan fácil!", había dicho... Como si no fuera nada, como si Ariadnae no hubiera cometido actos atroces contra vidas inocentes... Contra la vida del hombre al que amaba. Cerró sus ojos tan fuerte como sus puños y empezó a gritar, con las últimas fuerzas de su cuerpo: —¡Esto no es un maldito juego, Jules! —Era tal su indignación que nuevas lágrimas salían y resbalaban por sus mejillas; lágrimas de coraje, de
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