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{ Gracias Marise. <3

—¿Qué sucedió, cielo?
 
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[code]Jules había dominado a las tinieblas de su interior. Ahora comprendía que negar esa parte suya era una necedad; que también fue responsable de atrocidades sin nombre, y que el sufrimiento, así fuese eterno, no serviría para expiar sus culpas; para eso debía vivir y enfrentar las consecuencias.

Por fin, sus párpados se abrieron, y a la par de la pupila azabache que Ariadnae conocía tan bien, el brillo de un rubí siniestro se enfocó en ella. Jules estaba ahí, mostrando la corrupción bajo yugo que mantenía en su interior: si ella era un monstruo, él lo era más que ella. Una sonrisa triste sustituyó la línea recta de sus labios apretados y ahora sangrantes, previo al habla del varón, asimismo teñida de apología. —Te comprendo más de lo que crees. No estás sola, Ariadnae.[/code]
[code]Había tal sencillez en sus palabras, que parecían verdades evidentes, casi imposibles de refutar; además, su mirada no demostraba miedo, repulsión o compasión; sino un amor infinito, afectado por la tristeza, pero tan hondo y longevo como el mismo mar. En los ojos de Jules había comprensión; y una nota de miedo, el temor de perder a su amada. Igual de profundo que sus emociones restantes.

Suspiró. Jules cerró los ojos, y dejó que el espectro despertara. Debía demostrarle a Ariadnae que aquel no era el fin, sino el inicio de la verdadera batalla; una que era posible ganar. Casi pudo volver a oír los susurro nefastos del osario y las promesas de poder maldito que antes eran los únicos acompañantes de sus noches, cuando la mitad de su rostro comenzó a cubrirse de una oscuridad viva y profana, encendiendo su ojo derecho en un carmín de ultratumba mientras que hilos tenebrosos iban apropiándose de su brazo, el del mismo lado.[/code]
[code]Esos remordimientos habían callado momentáneamente cuando Ariadnae volvió a él, dándole una nueva oportunidad de resarcir el daño; pero nunca se fueron del todo, y aprovecharon el momento para asediar al hechicero, recordándole su fallo. Sus ojos amenazaron con permitir el llanto. Tras haber sido empujado por su amada, se quedó de pie, inmóvil, sintiendo cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor; un mundo cruel, insensible, que pretendía quitarle a su único amor una vez más.

Pero esta vez no lo permitiría. Moriría antes que dejar a su esposa a la deriva.

No has sido tú. —Mantener la dulzura sincera de su voz fue algo que le requirió un esfuerzo titánico, intentando echar mano de un aplomo que parecía haberse esfumado como por arte de magia. Sin embargo, se las arregló para continuar. —No eres un monstruo, y jamás lo serás. Sigues siendo la mujer que amo.[/code]
[code]Si bien no era la reacción que esperaba, tampoco se vio asombrado por ella; no era la primera vez que debía conservar la calma ante una situación crítica, ni el primer arranque de Ariadnae que había debido enfrentar desde que todo aquello comenzó. Sin embargo, y a pesar de que su expresión se mantuvo lo más serena posible, sin perder ni un ápice del amor que le profesaba a Ariadnae, algo dentro suyo se revolvió: la culpa, sabiendo que estaba a punto de perder nuevamente lo que más amaba en toda la existencia; quizá no físicamente, pero no era necesario ser un genio para notar las señales de la desesperación que amenazaba con consumir a Ariadnae. Su mente viajó a casi hacía dos siglos atrás, a esa noche fatídica en que el destino de ambos se había sellado con un certero golpe de espada; y entonces, a pesar de su fortaleza, de su inmensa voluntad, Jules tuvo que morderse el labio inferior hasta sangrar para no romperse. [/code]
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impotencia. Se estaba convirtiendo en aquello contra lo que luchó tanto tiempo atrás.

Lo empujó con una fuerza no propia de ella, casi sobre humana, logrando liberarse de su abrazo y, tras abrir los ojos se dio cuenta de lo poco que podía ya controlar sus impulsos. —Te hice daño... —Susurró, mirándose después las manos, abriendolas, encontrando las marcas de heridas en su piel, hechas por sus propias uñas. —Yo maté a alguien... Maté a muchos, te he dañado, ¡¿Qué mierda me está pasando?! —Ariadnae no era una mujer grosera, ella limitaba las vulgaridades en su lenguaje pero no había podido evitar lanzar injurias en su pregunta. A pesar de saber bien la respuesta. —De nuevo está en mí, de nuevo... No, peor que antes... Me está convirtiendo en un monstruo... — "Tienes que matarme" pensó, tal como en antaño. ¿Debía decírselo?
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No pudo evitar quedarse quieta cual estatua en cuanto los mimos de Jules llegaron a su ser como un bálsamo a la pesadez de su mente. Un dolor apenas perceptible se abría paso en sus sienes, síntoma de la ansiedad y del episodio que acababa de tener, del cual aún no recordaba nada. Se obligó a sí misma a calmar su respiración agitada y a hacer puños con sus manos para controlar el temblor terrible en sus dedos pero, por alguna razón, resultó ser que las palabras de su esposo rompieron todo esfuerzo. Contrario a lo que se suponía que Jules quería lograr.

"¡Ya no podré atrapar te tan fácil!", había dicho... Como si no fuera nada, como si Ariadnae no hubiera cometido actos atroces contra vidas inocentes... Contra la vida del hombre al que amaba. Cerró sus ojos tan fuerte como sus puños y empezó a gritar, con las últimas fuerzas de su cuerpo: —¡Esto no es un maldito juego, Jules! —Era tal su indignación que nuevas lágrimas salían y resbalaban por sus mejillas; lágrimas de coraje, de
[code]—Tranquila, vida mía —comenzó, dando suficiente seguridad a su voz para contrastar con la forma casi tímida en que Ariadnae lo había llamado "mi amor" : era menester hacerle saber que él la amaba y no la culpaba de lo sucedido; que ella tenía derecho a amarlo. —, no fuiste tú quien me atacó. Tú no me harías daño. —Antes de continuar, besó la cabeza de su esposa y se demoró ahí un par de segundos, antes de por fin responder su pregunta, sin perder la ternura y fuerza de su voz. —Ha sido apenas un rasguño. Intenté abrazarte y te defendiste... Debes saber que me enorgullezco de lo fuerte que es mi mujer. ¡Ya no podré atraparte tan fácil! [/code]
[code]El corazón de Jules se resquebrajó de solo ver esa mirada afligida clavada en él. Cualquier dolor, cualquier pena suya, palidecían ante la sensación desgarradora que lo sobrecogió ante el rostro angustiado de su esposa. Jules habría dado todo de buena gana, incluso su vida, con tal de evitar esas lágrimas que ahora corrían por las mejillas de Ariadnae. Por lo menos podría secarlas... Sus labios recorrieron el camino del llanto a la inversa, secándolo a base de pequeños besos, primero un lado y después el otro; concluida la tarea, devolvió su mano a la nuca de su amada, volviendo a atraerla hacia sí mismo, suave y firme a la vez. No quería mostrarle la herida y, si hablaba de ello con tranquilidad, quizá podría convencerla de que no era para tanto; además, en ese mismo instante su magia ya trabajaba para sanarlo.[/code]
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Él había dicho que todo estaba bien, ¡cuan fácil hubiera sido para ella creer en eso y continuar! Pero no, Ariadnae no era tonta y siempre se había caracterizado por ser una mujer que usaba la lógica y, haciendo acopio de eso, es que no podía creerle cuando había sangre bajo sus uñas desmintiendo lo que su esposo afirmaba. Una mirada triste fue lo que Jules obtuvo como respuesta, los dedos de la fémina temblaban ante el miedo de su futuro descubrimiento. —No me digas mentiras... —Susurró, casi sonriendole con melancolía. —¿Qué te hice... Mi amor? —En cuanto dijo las últimas dos palabras sintió que le lijaban la garganta como si no tuviera derecho a decirlas... Uno no lastima a la persona que ama. No hay justificación. —¿Qué fue? —No notó las lágrimas que resbalaban por sus mejillas hasta que el salado sabor llegó a sus comisuras pero cuando tuvo la intención de limpiarlas sus manos no le respondieron.
[code]—¡No! —Fue en un descuido de Jules que Ariadnae pudo revolverse y examinar sus dedos; cosa que hizo al varón maldecir para sus adentros y lanzar la negativa de inmediato cuando escuchó aquella pregunta lastimera. Dejó que Ariadnae se apartara un poco, solo un poco, apenas lo necesario para también poder mirarla a los ojos. —No me has lastimado, ni a nadie... Has logrado controlarte y despertar en el último momento. Todo está bien... —Jules confiaba en poder ocultar el hecho de que ella lo había herido cuando intentó razonar y hacerla volver en sí. Su gabardina cubría su costado adolorido, de modo que con un poco de suerte podría aplazar la revelación un poco más.[/code]

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