¿A dónde vas, Ariadnae?
¿A dónde huyes, Ariadnae?
¿Por qué te ocultas de mí?
Creí que era ésto lo que querías, después de todo valerosamente diste tu vida por matarme. Y ahora has vuelto a un cuerpo corrompido, oscuro, con dejes de mí. Deja ya de jugar a la casita, deja ya de tomar drogas para dormir. No me iré, no nos iremos, anidamos en ti. ¡Afrontalo ya! Eres lo que eres, una asesina, el monstruo bajo la cama, el terror que acecha los sueños de los puros de corazón ¡Tú eres calamidad!, ¡deja de llorar! Levanta la vista. Ningún ciervo del mal debe bajar la mirada; enorgullecete de los dones que te he dejado y usalos, tú sabes el modo, los pensamientos que tienes no son míos, son tuyos. Tu sed de sangre, tu hambre de gritos. Liberame. Libérate. Libera al mundo de su propia destrucción. No seas el conejo, sé la bestia.
¿No se siente bien ser fuerte?
¿No se siente bien no depender de nadie?
¿No se siente bien hacer el mal?
A mí puedes mentirme pero a ti misma... Jamás.