-Aquella sonrisa se hizo más marcada, mientras le miraba cada movimiento por sutil que fuera haría que las cuerdas se apretaran más a él, le gustaba la imagen, como aquella creciente erección se apretaba más contra sus prendas, por lo que en un gesto de benevolencia se inclino hacia él y abrió aquellas ropas dándole al fin la ansiada liberación. Se reincorporo y sonrió con malicia, tomando la fusta comenzó a acariciar con esa la virilidad ajena, recorriendo su longitud, la retiro antes de asestar un firme golpe a uno de los muslos ajenos- Tendrás tu momento, por ahora voy a disfrutar del mío

Cerró los ojos en su ausencia, solo abriéndolos al sentir el paso de la fusta desde su mentón hasta su virilidad aun cubierta. Lo sofocaba. Su cadera se movió contra ella, mirando a la vampiresa a los ojos y un movimiento violento y ansioso de su cuerpo resultó en más sangre recorriéndole la piel y un tic en el tabique de su nariz que denotaba algo de ardor.

—Diviértete, моя королева... Pero mientras más me prohíbas sentirte, peor será mi desquite.

-Se alejo solo por escasos 2 minutos, tiempo que sirvió para que la rubia eligiera el implemento a usar, sonrio ladina mientras sus ojos se tornaban de un rojo intenso, contemplaba aquella fusta de montar entre sus pequeña y blancas manos al tiempo que se acerca nuevamente al varón, usando la punta de este para levantar su menton y que le observara una vez estuvo frente a él - Eres bastante interesante, cariño, reaccionas de formas que no esperaba - Menciono al tiempo que deslizaba la punta de la fusta sobre la ensangrentada piel del varón, llevando está hasta su entrepierna, rozando aquella notable erección con esta -

Sintió frustración al verla alejarse, aunque no lo expresó; más enfocado estaba en lo apretado que ya sentía el pantalón. Varias gotas de sangre continuaron rodando una tras otra por su piel con cada pequeño movimiento que hacía.

Trató de seguirla con la mirada. —Ya me tienes privado de movimiento, por favor no me prives de tu tacto, моя королева.

-La rubia sonrió sobre los labios ajenos, aquel ligero roce y el aroma de la sangre ajena le hicieron suspirar con suavidad, su sonrisa se hizo más marcada, aquella expresión angelical se llenó de deseo se inclino hacia él y paso su lengua sobre una de las clavículas del varón, degustando al fin su sabor -Sabes mejor de lo que esperaba-Se relamio los labios, los amarres seguían apretandose contra la piel del varón, la rubia se movió por la habitación, haciendo resonar sus tacones mientras iba en busca de algo más para jugar-

Cuando la fuerte piel de Armand finalmente cedió al roce de las sogas, brotes localizados de sangre se notaron por su pecho, brazos y espalda, haciéndolo suspirar y el bulto bajo su pantalón crecer más.

—Si viera la maravilla que el deseo hace con su mirada angelical, tampoco querría ser quien acabe con eso tan pronto. —Se inclinó hacia ella y habló contra sus labios—. Así que juegue.

-Se acercó a él mirando a sus ojos, acercó su mano a la mejilla del otro y pasando su pulgar sobre los labios ajenos, Milenka era notoriamente más baja que el varón, pero no por ello menos fuerte o imponente - ¿Tan pronto desea terminar con nuestro juego? Aún quiero jugar un poco más -Apreto un poco mas mientras le seguía mirando, quería hacerlo sangrar un poco, y deleitarse con su aroma -

El amarillo de sus ojos brilló conforme se estiró su sonrisa. Las sogas se incrustaban e su piel, pero eso solo le agradaba, y el agrado por el ardor de las sogas sumado a la visión de la vampiresa se empezaba a notar por debajo de su cintura.

—Puedo notar lo cautelosa que es, estas sogas suyas van a terminar dislocando mis manos... y acabando con mi control, por más divertidas que sean.

No, no lo es, pero si de los pocos en los que he puesto mi atención - Se acercó a él y aspiró su aroma, sonrió con suavidad, mientras tiraba de una de las cuerdas apretando el agarre de estás- No se llega tan lejos permitiendo que cualquiera se acerque, eso debería saberlo

Saberla cerca lo hizo mover sus brazos, pero esas cuerdas eran especiales y fuertes, capaces de desmembrarlo si no controlaba su fuerza y dejando a decisión total de la dama si las cortaba o no.

—No debo ser el primero en perseguirla como un can~