El saber la noticia de su padre borró al instante la ya falsa sonrisa. No era de sorprenderse, pero sí otra alerta que a ese punto no necesitaba. Se alejó del tacto de Argenis y se dio vuelta hacia los cráneos; sus ojos casi desorbitados mirándolos ya sin sentir tranquilidad.

Teatral como era siempre, volvió a colocar su sonriente máscara de calma y se giró hacia él.

—¿Qué clase de anfitrión soy? Vamos al jardín, hace una noche hermosa. ¿Te apetece una copa de sangre fresca? Tengo una acabada de "cosechar".

Rió por lo bajo de su propio "chiste" mientras guiaba a su madre fuera de esa habitación y directo hacia el jardín a través de la lúgubre mansión.