Apenas tuvo la fuerza suficiente para mover sus brazos con un mínimo de precisión, rechazó todo tipo de ayuda; específicamente la de su madre, que era quien insistía en cuidarle. Vendó su rostro y su torso, para que cuando todo se regenerara lo hiciera en su sitio, y con el apoyo de un bastón improvisado salió de la mansión, dirigiéndose a su propiedad.
Sólo le importaba su hermano y sabía que estaba en mejor cuidado que el que él podía ofrecerle.
Era un ganar-ganar entre ambos, pues luego de ese llamado de atención, no dijo nada más. Es que lo sabía, por algo no había movido un dedo en contra de su padre en esa última discusión, pero aquello solo lo había dejado infinitamente frustrado.
—Lo sé, mon amour, lo sé~ Estaré bien.
Abrió la puerta del auto y salir de él le costó tanto como entrar. La mayoría de sus huesos seguían rotos, a pesar de que los de la mandíbula se habían regenerado. Pero logró salir y cerrar la puerta, despidiéndose de su melliza a través de la ventana, antes de adentrarse poco a poco a su propiedad.
No quería lidiar con nada; sólo quería alimentarse, recuperarse y volver con el menor cuanto antes.
