Era un ganar-ganar entre ambos, pues luego de ese llamado de atención, no dijo nada más. Es que lo sabía, por algo no había movido un dedo en contra de su padre en esa última discusión, pero aquello solo lo había dejado infinitamente frustrado.

—Lo sé, mon amour, lo sé~ Estaré bien.

Abrió la puerta del auto y salir de él le costó tanto como entrar. La mayoría de sus huesos seguían rotos, a pesar de que los de la mandíbula se habían regenerado. Pero logró salir y cerrar la puerta, despidiéndose de su melliza a través de la ventana, antes de adentrarse poco a poco a su propiedad.

No quería lidiar con nada; sólo quería alimentarse, recuperarse y volver con el menor cuanto antes.

—Armand... Perdona que te diga esto pero no tienes derecho alguno de morir, no todavía al menos, sería imposible para cualquiera de nosotros recuperar a Adrael si tú te vas de esa manera— Era un regaño, si, pero también un llamado a su razón que esperaba que no fuera ignorado.

Hubo cierto dejo de frustración en su mirar, pero sabía que no ganaría en una competencia de voluntades, además ella sería el contacto directo de Armand con Adrael, así como su fuente más precisa de información, así que con todo el pesar de su ser tuvo que aceptar los deseos ajenos —Je suis dévasté, mais je prendrai ce que tu demandes... Por favor no hagas nada loco o arriesgando por un tiempo, si lo intentas lo sabré, sabes que así es—

—Je le sais, Evangeline. Pero si me lo encuentro pronto seré yo quien cobre, aunque muera en el camino.

Cuando el auto se detuvo en su mansión, besó la frente de su querida melliza y tomó su mentón, dejando una caricia en su rostro mientras le sonreía con sumo cariño a través de esos vendajes. —Bouffée d'air frais... estoy feliz de que hayas llegado. Pero quiero que vuelvas a casa y cuides de él con los demás.

—Harás más que eso, cher, yo sé que si, aunque ahora mismo no creas que eres capaz de ello—

Suspiró con pesadez y colocó su palma sobre el pecho de su mellizo —Siento tu ira, la comparto, pero no es el momento para dejarte llevar por ella, Armand—

Fijó sus orbes de rubí en los ambarinos ajenos, deseaba tener las palabras correctas para calmar su ser, pero lo único que podía ofrecerle era su compañía y el eterno apoyo que siempre tendría para él —Tout est payé, eso aplica incluso para padre, el peso de sus errores terminará por aplastarlo si no corrige su camino—

Suspiró con pesar y bajó la mirada. Justo en ese momento cayó sobre él el peso de saber que no volvería a sentir a su Adrael como lo había sentido hasta entonces, ni a escucharlo hablar o verle expresarse como había avanzado en tantos siglos. Lo invadió un sentimiento de añoranza que se sumó a su arrepentimiento, y lo extrañó.

—Cueste el tiempo que cueste, yo... —Iba a decir que "estaría para él", pero luego el chiste se contaría solo.

Se aclaró la garganta. —Apenas me recupere por completo, o al menos no sea algo traumático para su vista, lo visitaré y estaré con él el tiempo que quiera estar conmigo. Es lo menos que puedo hacer.

El repentino recuerdo de su padre le hizo llenarse de ira contenida súbitamente.

—Lo sé... Pero padre se excedió, jamás debió dañarlos de esa manera— Frunció el ceño mientras se acomodaba entre sus brazos y una de sus manos subía para acariciar por sobre las vendas que cubrían sus heridas.

—Claro que mi haré, Armand, eso no me lo tienes que pedir, pero él no me necesita a mi, eres tú quien lo sacó de ese abismo una vez, te necesita más a ti que a nadie—

Con el suave tirón y su ademán, supo que lo invitaba a ser consolado en su hombro, sin embargo el decidió pasar su brazo por los hombros de ella y acercarla; ese abrazo era mejor consuelo.

—Esto es lo de menos, en un par de días estaré en perfecto estado, pero...

No hallaba cómo perdonarse el haber estado inconsciente mientras Adrael experimentaba todo aquello. No había estado para él entonces y no podía estar para él ahora.

—Quiero que lo cuides... tienes que cuidarlo.

La observó de pronto con una mirada que parecía determinada, pero en realidad era suplicante.

Respetó el silencio de su hermano, aunque su pulgar iba acariciando el dorso ajeno para darle al menos un poco de consuelo, suspiró suavemente y cuando lo escuchó de nuevo dirigió su mirada al magullado rostro.

Se tiró suavemente de él para que se recostara en su hombro —Lo hará, corazón mío, yo creo en él y en qué es mucho más fuerte incluso que nosotros— Llevó la mano ajena hasta sus labios, dejando un beso suave en la misma.

—Adra ha tenido todo mucho más difícil que nosotros y aún así ha salido adelante, hemos estado a su lado en cada avance y eso no va a cambiar, por eso debes reponerte también, mon amour... Se lo debemos—

No tuvo que explicarle lo arrepentido que estaba de todo; con Evangeline sólo bastaba mirarse para que la situación estuviera clara. Su llanto silencioso fue también breve; tras recibir los besos de su melliza, llevó la mano libre a su rostro y le limpió las lágrimas también, antes de ir con ella al auto sin rechazar la oferta.

Dentro del auto, miró por la ventana en silencio, con una oleada de pensamientos invadiendo uno tras otro su cabeza, mientras su mano y la de Eva permanecían entrelazadas.

—Lo lastimó tanto, Eve... que me preocupa que no sea capaz de recuperarse de esto.

Verlo llorar le partió el corazón a tal punto en que las lágrimas también salieron de sus rojizos orbes, dolía tanto percibir su sufrimiento y saber que no había podido hacer nada para ayudarlo. Sabía perfectamente la condición de Adrael, físicamente el daño era menor que el de su mellizo, pero sanaba lento y si se hablaba de la afectación mental que había tenido el menor de sus hermanos... Se mordió el labio con impotencia.

Se acercó para rodearlo suavemente con sus brazos, en un abrazo delicado y cuidadoso —Lo sé, cielo mío, lo sé, lamento llegar tan tarde...—

Besó sus mejillas, limpiando sus lágrimas con sus labios, su propio llanto no dejaba de emanar, pero necesitaba sacar a Armand de esa casa —Nos espera un auto más adelante, mon âme, vámonos de aquí—