De tratarse de un esclavo lo enviaría en busca de sangre, pero era su querida mascota, así que lo acomodó en la cama y dejándole una caricia en el pecho, lo besó, con sus propios labios impregnados en el sabor de su sangre.

—Has hecho suficiente, mon amour.

Llamó a sus sirvientes, dejando uno al cuidado de Leonardo y otros dos para servirle, tanto trayendo sangre de la reserva, como sirviendo de fuente vital.

La energía de vida del lobo era poderosa, así que lo había recuperado en gran medida. No pasaría mucho tiempo antes de finalmente salir a cazar y, pronto, volver a ver a Adrael.