Su habilidad le permitió escuchar claramente sus pensamientos y eso sólo logró que su abrazo fuese más cariñoso hacia su nueva figura materna. Comenzaron siendo una familia por compromiso pero hoy día... Anya los consideraba sus padres en toda la extensión de la palabra.

Solo con su hermano menor había tenido esta cercanía con alguien, pero cada día que pasaba, se encariñaba más con la pequeña Anya. ¿Eso estaba bien? No estaba segura, pero no podía evitarlo. — También te quiero, Anya-san. —

Ambas se envolvieron en ese cuidadoso abrazo. Anya tenía recuerdos algo borrosos de su madre y pensó que jamás nadie podría reemplazar su lugar... hasta que conoció a Yor, una digna sucesora. —Te quiero...

Sin duda las dulce palabras de la pequeña hacen conmover a Yor, que no pudo evitar emocionarse. — Oh, Anya-san. — La envuelve en sus brazos, pero con mucho cuidado de no lastimarla.