[code]Asintió con entusiasmo ante su pregunta instantes antes de quejarse —de una manera bastante peculiar— por el golpe. Su rostro enrojecido y el baile involuntario que hacía al apretar sus muslos denotó el origen de su naturaleza pero, sobre todo, indicó lo mucho que Alouqua disfrutaba de las órdenes y agresiones que Aleksandr le daba. ¡Ah! Hacía tanto que un hombre no le provocaba ese cosquilleo descarado en el bajo viente; no debió haberlo dejado morir nunca. Cuánto tiempo desperdiciado. —L-lo que ordenes. —murmuró, alentando adrede su paso para sentir el intoxicante dolor de su brazo al ser tironeado y, con suerte, molestar un poco a Aleksandr, con la intención de que este se desquitara de maneras más severas con ella. Alouqua podía ser la poderosa reina de los vampiros, pero con él era una esclava más del masoquismo puro. [/code]