escuchar el sonido de su voz. —¿Protegerme, dices? —pregunta conmovida. Sabe que no necesita ser salvada, pues su trabajo como guia espiritual es el ser la guarda de las almas que recién llegan al Mundo Espiritual, pero no intentar intervenir si estas se llegasen a desviar de su camino.

Pronto se ven ambas manos sujetar la del vastaya, pues una logra posarse sobre el dorso de la de su compañero, aunque sin mucha firmeza. La delicadeza del tacto de sus manos contra las ásperas del peleador fue justamente lo que terminó por ablandar ese semblante frío que había mantenido quién sabe cuánto tiempo. Sin embargo, ella supo que era momento de dejar que su orgullo respire y deje de presionar su pecho cuando él estaba cerca. Sus labios se abren en señal de emitir algo, más de estos no sale absolutamente nada, solamente un ligero suspiro que termina con ella acortando el espacio que había existido todavía entre ambos, terminando por apoyar su frente contra el pecho del mestizo. En silencio.