El Espíritu de la Salvación, o mejor dicho Ahri, se mantuvo estóica por un instante. Quizá sus palabras dejan entrever poco a poco la honestidad de las mismas, reconociendo que, en efecto, el mestizo era pésimo expresándose; le consta y bastante. Sonríe para sus adentros, más no deja que este gesto pueda ser visto de momento ante sus ojos, tomándolo como quien muestra debilidad, con un suspiro profundo que se resiente hasta en el interior de su pecho, pero que pronto se ve interrumpido por el tacto de su mano con la piel de la propia. Ahí mismo, la vulpina alza su mirada hacia él, quien antes tensa por su cercanía, ahora parece más relajada en vista de la sincera disculpa. Dejarlo hablar, expresarse, de sacar todo aquello que tuvo para sí quién sabe cuánto tiempo fue un alivio, quizá no lo esperaba. Al menos no de él. Su rostro ahora refleja cierto desconcierto a medida que las pausas se generan entre palabras, más no se perpetuan al instante de volver a [...]