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KanwulfUlfsson Β· 26-30
βNo, no lo sΓ©, pero me gustarΓa saber tu nombre; al menos asΓ le darΓ© un nombre a tu cadΓ‘ver. βSu caminata no se hizo esperar en direcciΓ³n a la mujer armada, quien hasta el momento parecΓa intentar amedrentarlo de alguna manera. Kanwulf no cesΓ³ sus pasos; es mΓ‘s, continuΓ³. ArrastrΓ³ esas pesadas cadenas contra el suelo, dejando un rastro de tierra y hierba arrancada debido a los eslabones unidos a los grilletes del lupino. En su rostro podrΓa verse esa ferviente sed de sangre, y en sus ojos el fuego ferviente que yace en su interior, ese que lo entrega al calor de la situaciΓ³n; sin embargo, no parecΓa nada mΓ‘s y menos que guiarse por uno de sus instintos primarios, el hambre. El hecho que la doncella estuviese siendo acompaΓ±ada por sus ninfas no era impedimento para el Lobo de VΓ‘n; es mΓ‘s, hasta un reto parecΓa ser, uno que bien podrΓa complacerlo. El problema se presentΓ³ en segundos, y como si su cuerpo estuviese rechazando el roce con la plata que hubo con anterioridad, [...]
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