« Back to Album · Next »
Newest First | Oldest First
1-10 of 12
A1572255 · 31-35, F
[...] la miraron desde el silencio, primero a ella, y luego a él. - Pero puedo darte el gusto antes de acabar con esto. - Se dio un momento para respirar profundamente antes de continuar. - Soy Artemisa, diosa de la caza y la naturaleza salvaje, hija de Zeus y Leto.
A1572255 · 31-35, F
- Sujetando firmemente su arco, la señora hizo lo propio de avanzar un par de pasos hacia el futuro condenado. No era al primer hombre al que se enfrentaba cara a cara, y tampoco sería el último. - "Mucho ruido, pocas nueces." - Entonó con ese mismo dejo de superioridad con el que se había dirigido él en un principio, tal vez pecando en esa misma soberbia, solo que la única diferencia estaba en que ella era muy superior al sujeto que tenía en frente. Aunque estuvo decidida a disparar la segunda flecha que acabaría con ese estorbo de una buena vez, su atención terminó desviándose en esos grilletes y cadenas doradas que pesadamente arrastraba aquel sujeto. Tal vez fue la curiosidad que de repente le surgió lo que hizo que bajara el arco para adoptar una postura menos amenazante, pero siempre altiva. Después de todo, para la cazadora no pasaba por alto que el hombre frente a ella no parecía estar en sus plenas facultades. Sus ninfas [...]
KanwulfUlfsson · 26-30
[...]
la herida en su mejilla comenzaba a arder, escocía tanto que en su rostro gesticuló una mueca notoria. El dolor de cabeza se hizo presente, pero eso no lo detuvo de intentar poner un primer pie dentro del agua, amenazando a la fémina con seguir acercándose.
la herida en su mejilla comenzaba a arder, escocía tanto que en su rostro gesticuló una mueca notoria. El dolor de cabeza se hizo presente, pero eso no lo detuvo de intentar poner un primer pie dentro del agua, amenazando a la fémina con seguir acercándose.
KanwulfUlfsson · 26-30
—No, no lo sé, pero me gustaría saber tu nombre; al menos así le daré un nombre a tu cadáver. —Su caminata no se hizo esperar en dirección a la mujer armada, quien hasta el momento parecía intentar amedrentarlo de alguna manera. Kanwulf no cesó sus pasos; es más, continuó. Arrastró esas pesadas cadenas contra el suelo, dejando un rastro de tierra y hierba arrancada debido a los eslabones unidos a los grilletes del lupino. En su rostro podría verse esa ferviente sed de sangre, y en sus ojos el fuego ferviente que yace en su interior, ese que lo entrega al calor de la situación; sin embargo, no parecía nada más y menos que guiarse por uno de sus instintos primarios, el hambre. El hecho que la doncella estuviese siendo acompañada por sus ninfas no era impedimento para el Lobo de Ván; es más, hasta un reto parecía ser, uno que bien podría complacerlo. El problema se presentó en segundos, y como si su cuerpo estuviese rechazando el roce con la plata que hubo con anterioridad, [...]
A1572255 · 31-35, F
Las ninfas soltaron un quejido de asombro al unísono, todas ellas clavando la mirada en el extraño, no solo por su presencia en sí, sino por la amenaza que este profirió contra su señora. Ninguna de ellas era una gran luchadora, ni siquiera una buena cazadora, pero de haber podido seguramente se habrían abalanzado contra el intruso. Artemisa, por su parte, no bajó el arco que sujetaba con firmeza y, más bien, la diestra atentaba con tomar una segunda flecha, la definitiva, la que acabaría con la vida del descarado sujeto. Solo que al igual que sus doncellas, presentía una energía bastante anormal en el ambiente. Aquel hombre despedía un aura impropia de un ser humano común, pero ajena a la de cualquier dios o semidiós con el que habría cruzado caminos en el pasado. - ¿Qué te hace pensar que puedes matarme, bestia? ¿Sabes a quién estás osando retar?
KanwulfUlfsson · 26-30
[...]
escondite y asomar poco a poco su fisionomía con el pasar de los segundos. Él, temerario ante la situación, finalmente se mostró ante los ojos de aquella mujer, alzando ligeramente el rostro y, en efecto, mostrando que su intimidación poco resultado dio para el jötunn. —Tendrás que hacer más que eso, pequeña criatura. Dime una cosa, ¿cómo prefieres que te mate? ¿Lento? ¿Rápido? Dímelo. —Su prosa se torna ligeramente socarrona a medida que alza el brazo derecho y limpia la sangre hecha en la mejilla, pero el dolor se hace latente. —"¿Plata?" —Pensó para sí mismo, pues por unos instantes su vista se desvió a un costado, y retornó finalmente hacia su "compañera".
escondite y asomar poco a poco su fisionomía con el pasar de los segundos. Él, temerario ante la situación, finalmente se mostró ante los ojos de aquella mujer, alzando ligeramente el rostro y, en efecto, mostrando que su intimidación poco resultado dio para el jötunn. —Tendrás que hacer más que eso, pequeña criatura. Dime una cosa, ¿cómo prefieres que te mate? ¿Lento? ¿Rápido? Dímelo. —Su prosa se torna ligeramente socarrona a medida que alza el brazo derecho y limpia la sangre hecha en la mejilla, pero el dolor se hace latente. —"¿Plata?" —Pensó para sí mismo, pues por unos instantes su vista se desvió a un costado, y retornó finalmente hacia su "compañera".
KanwulfUlfsson · 26-30
Cual espectro en las sombras, el azabache lupino intentó avanzar, pero sus pasos cesaron en el instante que ese instinto animal lo alertó, pero era tarde; la flecha platinada de la mujer ya había llegado en un abrir y cerrar de ojos, incluso logrando herir la mejilla derecha del varón. Aquello pudo evitarlo, lo sabía perfectamente, pero el Lobo de Ván se mostraba con un impedimento; sus manos estaban siendo limitadas por un par de grilletes, arrastrando las cadenas que a su espalda y costados podían verse. El sonido del metal al moverse los eslabones se hizo presente, como si el crujir del acero enano y la fricción contra el verdoso suelo fuese lo suficiente, o al menos lo necesario, para que al moverse se perciba la pesadez de sus cadenas rotas. No se había movido de su sitio, lamentablemente ella había sido rápida y hábil, pero él no iba a dejarse rebajar por una insignificante como ella. Se acercó un poco más a sabiendas de la única advertencia, poniendo un pie fuera de su [...]
A1572255 · 31-35, F
Sus palabras podían sonar como un reto, y seguramente cualquier otra deidad se hubiese aferrado a esa insolencia como la "carta blanca" que necesitara para arremeter contra el intruso. Pero como buena cazadora ella era más meticulosa al actuar. - ¿Realmente buscas retarme, bestia? - Inquirió con gravedad en la voz mientras las doncellas se ocupaban a lo suyo. El telar que habían hilado se ciñió al cuerpo de su señora en cuanto se apartaron, convirtiéndose en esa especie de túnica de seda que usaba para cazar. Una de las ninfas tomó la zurda de Artemisa con sus manos, y extendiéndolas lentamente hacia los laterales le concedió su arco de plata. Una segunda ninfa hizo lo mismo a espaldas de la diosa, separándolas para formar esa aljaba que resguardaba sus flechas. Sonriente, la mujer tomó una del montón, y sin anunciarse la disparó en dirección a los arbustos. La primera era una advertencia; la segunda sería su muerte.
KanwulfUlfsson · 26-30
—... —De sus fauces bestiales emite un gruñido cual cánido enfrentándose al peligro, dubitativo y prudente, se mantuvo en cautiverio al estár rodeado de la natura que yace en el sitio. Se abrazó, se hizo casi uno con el bosque, lo conocía tan bien que la sola idea de presenciar esa cara nueva lo hizo meditar un poco antes de actuar; algo que, pese a su raciocinio y la poca paciencia que posee, era increíble por no saber a lo que estaba a punto de enfrentarse. El séquito de ninfas que rodean a la mujer, y a la protagonista de tan perfecta escena, no dejaron que sus amenazas causaran algo en él; al menos algo malo. Sonríe para sí, regocijándose, quizá, en el temor que podía llegar a infundir en quienes lo encaraban, preguntándose si sucedería eso mismo con la fémina. Dio un primer paso hacia delante, dejando entrever sus acciones, pues estaba dispuesto a dar la cara y solventar las dudas de la mujer. —Mucho ruido, pocas nueces. —Pronunció desde aquel oscuro rincón entre la natural
A1572255 · 31-35, F
En la calma de las aguas, la doncella se mantuvo inmóvil. Parecía ser inocente, solitaria y hasta ingenua por adentrarse en un bosque que seguramente desconocía. Pero en cuanto alzó el rostro, el séquito de ninfas afloró de las aguas y con un telar que hilaron del mismo lago, cubrieron coreográficamente el cuerpo desnudo de Artemisa. Todas ellas, incluida la diosa, clavaron la mirada en dirección a los matorrales entre los que se escondía ese algo, o alguien. Quien osara espiarla en su baño conocería la peor de las muertes, pero antes de dictar una sentencia la diosa se sonrió. Tenía que conocer al atrevido impío, y solo por eso la gran cazadora abrió finalmente la boca para vociferar con un crudo tono de voz. - Sal de tu escondite, criatura, y prometo que procuraré ser piadosa con tu muerte.
1-10 of 12
Add a comment...