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A1572255 Β· 31-35, F
En la calma de las aguas, la doncella se mantuvo inmΓ³vil. ParecΓa ser inocente, solitaria y hasta ingenua por adentrarse en un bosque que seguramente desconocΓa. Pero en cuanto alzΓ³ el rostro, el sΓ©quito de ninfas aflorΓ³ de las aguas y con un telar que hilaron del mismo lago, cubrieron coreogrΓ‘ficamente el cuerpo desnudo de Artemisa. Todas ellas, incluida la diosa, clavaron la mirada en direcciΓ³n a los matorrales entre los que se escondΓa ese algo, o alguien. Quien osara espiarla en su baΓ±o conocerΓa la peor de las muertes, pero antes de dictar una sentencia la diosa se sonriΓ³. TenΓa que conocer al atrevido impΓo, y solo por eso la gran cazadora abriΓ³ finalmente la boca para vociferar con un crudo tono de voz. - Sal de tu escondite, criatura, y prometo que procurarΓ© ser piadosa con tu muerte.
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