[P] —En momentos, es tan sencillo perder de vista lo hermoso, cuando es sobrepasado por aquello que nos inspira grima y disgusto... Mas tú y yo somos prueba de tal contraste, ¿no es así? Luz y tinieblas al unísono, el uno en brazos del otro; y el cosmos adquiere sentido en nuestra dualidad, entre tormentas y calma, en el balance las lágrimas y las risas. Zuiver, mi Zuiver: ¡con cuánta razón has hablado! Buscaré cobijo en tu abrazo; por favor, devuélveme la vivaz llama de la alegría, recuérdame el dulce sopor de la paz.

{P} Me temo querido que te equivocas en demasía. El hombre ha inventado, ha creado y, como en todo ciclo, también ha destruido. ¿No es justamente lo bueno que nos ha enseñado la humanidad lo que permite que nuestros corazones latan al unísono? Descansa y deja que tus dudas se disipen en mis brazos. Te ayudaré a ver los colores que el mundo tiene para ofrecer.

[P] —Ah, mi hermosa consorte, mi otra mitad... Solo en tu seno puedo encontrar la paz. Las atrocidades nublan mis sentidos. ¿Es que acaso el hombre solo conoce la destrucción? En esta soledad de lo cruento, solamente tú puedes darme solaz.

{P} —Dulce, dulce esposo... Lo prometimos ya, no estaríamos solos jamás. Cuéntame, ¿por qué te sientes así?