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A1564049 · M
Para cuando la última palabra fue lanzada, no habrían más que unos cuantos y despreciables milímetros entre ambos, fácilmente eliminados cuando, por fin, el enlace comenzó; boca con boca, pugnando por reconocerse, entreabriéndose, rozándose. A pesar de que otras mil noches los habían encontrado unidos, devorándose, explorando los mismos límites de sus existencias con todos y cada uno de los sentidos que poseían, el beso se matizaba con la expectativa de lo novedoso, cual si fuera la primera vez que los amantes se encontraban, y ahora tuvieran todo un mundo de posibilidades por explorar. Desde el rostro de Zuiver, los dedos de Akroma emprendieron el camino, pasando por la sien y deslizándose, furtivos, entre la melena albina, hasta detenerse en la nuca para sostener la cabeza en una suerte de presa amorosa, que solo haría más intenso el encuentro.
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