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A1564049 · M
En las veleidades de la eternidad, los pormenores parecían encerrar las verdades más fundamentales; quizá fue por eso que su adoración fue minuciosa, que sus caricias se tornaron lentas, semejantes a ultimar los detalles de una obra maestra. Así tocaba Akroma a Zuiver, sin poder evitar la anticipación de alcanzar la gloria que ella prometía con tan solo cerrar los ojos, abandonándose, en cierta manera, a la merced del varón; éste guardó en su pecho las dulces palabras de su esposa, identificándose con ellas, pues una vorágine similar azotaba su pecho, aunque distaba de ser tortura para trocarse en una pasión desmedida. Y, al tiempo que su rostro descendía, presto a iniciar la más dulce de las batallas, murmuró en una voz tersa:
—Jamás hubiera imaginado que seríamos capaces de sentir todo esto. Mi amor por ti solo puede crecer a medida que Cronos envejece; permíteme demostrarte cuánto te necesito, Zuiver, y encontrarte en el sabor de tus labios.
—Jamás hubiera imaginado que seríamos capaces de sentir todo esto. Mi amor por ti solo puede crecer a medida que Cronos envejece; permíteme demostrarte cuánto te necesito, Zuiver, y encontrarte en el sabor de tus labios.
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