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A1564049 · M
—Jamás pensé que tu mirada podría traspasarme de esta forma. Ni siquiera cuando todo era novedad, recién adoptamos estas formas, creí que mi ser llegaría a clamar por tu presencia a tal grado, o que tus labios serían tan invitantes...
Los ojos de Akroma recorrían un camino incesante y repetitivo, colmado de adoración. Se detenían para cruzarse con los de Zuiver, cual si desearan aprender cada detalle de las pupilas y ahogarse en ellos; luego, descendían por el puente de la nariz, la dibujaban, rodeaban los pómulos y viajaban hacia los labios, mientras él reprimía el impulso de acercarse y besarlos; a duras penas lo lograba, embebido en la belleza de su amada, y continuaba hasta llegar al mentón, donde emprendía el camino de regreso. Había tanto de veneración, de auténtica pleitesía, en esa forma de mirarla, que nadie podría dudar de esa verdad manifiesta: eran uno solo, desde la Creación, y aún como seres de apariencia humana seguían siéndolo, perteneciéndose.
Los ojos de Akroma recorrían un camino incesante y repetitivo, colmado de adoración. Se detenían para cruzarse con los de Zuiver, cual si desearan aprender cada detalle de las pupilas y ahogarse en ellos; luego, descendían por el puente de la nariz, la dibujaban, rodeaban los pómulos y viajaban hacia los labios, mientras él reprimía el impulso de acercarse y besarlos; a duras penas lo lograba, embebido en la belleza de su amada, y continuaba hasta llegar al mentón, donde emprendía el camino de regreso. Había tanto de veneración, de auténtica pleitesía, en esa forma de mirarla, que nadie podría dudar de esa verdad manifiesta: eran uno solo, desde la Creación, y aún como seres de apariencia humana seguían siéndolo, perteneciéndose.
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