Estiró su diestra como si quisiera alcanzar la mejilla del ente que aprendió a amar; sin embargo, sabía que ante mano que no lo alcanzaría por más que tratase. La brecha había surgido, ya no eran uno solo y esas palabras se clavaban en su pecho como las cuchillas que en guerras de antaño llegó a sentir. Una mueca de dolor cruzó su semblante por una fracción de segundo antes de que carraspeara y se decidiera a abandonar su acción. — Que así sea. — Su mano se situó nuevamente a un costado de su cuerpo y su mirar, frío, se clavó en él. Tenía que convencerse de que ya no era más su esposo.

A la impavidez llamas "deber"; al correr de la injusticia, a la negación del bien que podrías hacer, si tan solo te atrevieras. No queda más por decir. Ah, Zuiver, dichosa es tu ceguera; ¡cuán lúgubre resultaría la existencia para tus ojos altivos, si vieses la realidad tal y como es! Envidio tu desapego, y el celo de tu convicción; pero no por ello me abstendré de enfrentarte, y si mi mano habrá de zaherir tu corazón para lograr mi cometido, que así sea. Adiós.

He decidido mi camino y tú hiciste lo mismo con el tuyo pero, no te equivoques, el que yo continúe con la labor que se me encomendó no significa que sea impasible para con los actos de la humanidad. Nuestro deber nunca fue juzgar, nuestro deber nunca fue salvar, nuestro... Mi deber es mantener el equilibrio en el universo. Y por eso he de destruir a la mayor amenaza de anarquía que ha existido: tú.
Ya nos veremos las caras la próxima vez.

También cumples con tu deber... Me es imposible despreciarte por ello. No olvides, Zuiver, que fueron las emociones quienes nos han traído a este punto; las emociones, y esa maldad primigenia que, a pesar de ver con tus propios ojos, aceptas como cierta e inevitable en vez de dar sentido a tu existencia con la posible bondad de tus acciones. Sigamos, pues, que la partida aún es larga; me has desgarrado, siempre lo haces, pero en aras de nuestro romance epónimo, seguiré el juego, en vez de apresurar el final.

En vano, cada súplica lanzada a ti regresa cuál búmeran para hacerme daño con tus palabras; en vano intento hacerte entrar en razón, regresarte por el camino que se nos señaló desde el inicio del Big Bang. Como quisiera arrancarme este corazón humano que late en tu nombre... Pero no puedo, ya que al final será este mismo órgano el que me ha de ayudar a acabar contigo. Continúa siendo mi enemigo, sigamos jugando esta partida de ajedrez. Voy a enterrar en mis memorias al ser que amé y no seguiré permitiendo que mancilles su recuerdo.

La plenitud de mi existencia desea prestar oídos a tus ruegos; ¡cuánto de mí aún te pertenece! Pero sabes tan bien como yo que mi obra no está completa; y, así el amor que te profeso baste para desistir de ella, no puedo renunciar a mi labor sagrada hasta que los vicios del cosmos sucumban bajo mi yugo...

Añora con más fuerza y regresa a mi lado en el firmamento. Volvamos a ser compañeros, retomemos la noble tarea que se nos dio. Ámame lo suficiente como para volver a mí.