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Bʀᴏᴋᴇɴ ʜᴇᴀʀᴛs ᴇᴀᴛᴇʀ | Dᴏᴏᴍᴇᴅ | "Villian"
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-Hana seguía recogiendo las cosas. Su billetera y un par de cosas más, se habían logrado manchar de la bebida. Una vez pudo recoger sus pertenencias, una de las dependientas del local, se acercaba con un trapeador y un cesto de basura para recoger el resto de los alimentos en el suelo, las dos rebanadas de postre y los vasos vacíos.

Se enderezó al tiempo que la despistada mujer se disculpaba y ofrecía reponerle la comida, pero negó rápidamente con la cabeza.

—Ah, no es necesario, también fue mi culpa, estaba distraída. —Volvió su vista a la caja registradora, la fila se estaba formando de nuevo y los clientes estaban demasiado atentos a las dos mujeres. —Me das otra orden igual, por favor? —La cajera asintió, cobró, pero esta vez tenía el dinero justo en mano para liquidar el pedido.

—Más bien, permítame recompensarle, ¿Se hizo daño? —Preguntó señalando la blusa manchada ¿Cómo es que no se había dado cuenta antes? Ahora estaba más avergonzada. —Le pagaré la tintorería, ah! En verdad lo siento. —de pronto, una alocada idea se formó en su cabeza, pero fue lo primero que pensó que sería bueno tras todo ese desastre —¡ya sé! Vamos a mi casa, ahí podrá asearse y le prestaré una blusa también ¿Qué opina? —
—No, no, espera. ¿Cómo es que lograste quemar el acetato si es una simple secadora? —Hana peleaba al teléfono mientras empujaba la puerta de la cafetería. La campanilla sonó anunciando su llegada, pero ella no se detuvo, sino que continuó su camino hacia la caja registradora para pedir su orden

—Espera... ya estoy aquí —Le dijo a la mujer del teléfono. Estaba bastante disgustada, nada podía salir mal, eso pensó cuando dejó la tienda de regalos a cargo de su inexperta compañera. Solo necesitaba echar aire caliente al plástico de acetato que cubría el bello oso de peluche y chocolates que habían encargado esa mañana, ya todo estaba listo. Ahora debía lidiar con un plástico adherido al muñeco y los chocolates derretidos por la falta de atención.

—dos frapuccinos con rocas de chocolate, una rebanada de pay de limón y una rebanada de pastel de fresas— Escuchó las últimas disculpas de su compañera e impaciente, le colgó el teléfono sin despedirse y lo echó al bolso para buscar el efectivo con el que pagaría la orden. Se giró hacia su siniestra, hasta que de pronto, el golpe involuntario con una clienta la hizo tirar la bolsa y gran parte de su contenido.

—Ah! Lo siento! lo siento! —Se disculpó Hana con un par de reverencias, antes de inclinarse al suelo a recoger sus cosas. ¿Acaso no podía empeorar más su día? -