Solange caminaba por el pueblo envuelta en barro y hojas secas. En su diestra dos monedas de cobre chocaban entre sí dándole sonido a su nada refinado andar; había podido vender dos conejos el día anterior, pero la paga no era suficiente para llevar comida y bebida a su empobrecida familia.

"Por favor, recuerda lo que se dice del chico que desapareció hace quince años... No quiero que algo te pase si te adentras más en ese bosque maldito."

Mejor decir que hacer, así era su madre, una mujer bajita que le temía hasta al aire que respiraba y que se mantenía encerrada sin tener un trabajo real debido al pavor colectivo que alguna vez existió hacia la leyenda de la bruja del bosque. Todos los aldeanos habían superado y olvidado - más cuando los reyes negaron los rumores - excepto ella. Y esa vieja y tonta leyenda había terminado en la ruina para su progenie.