Su cuerpo dolía como hace mucho tiempo no lo hacia. Sus brazos, pecho y rostro tenían golpes y moretones en el lienzo pálido de su piel, sobresaliendo el rojizo vibrante de sus nudillos derechos, la piel estaba carcomida, culpa de los golpes que dio, hinchados y adoloridos con sangre coagulada. Dio un respiro hondo, la luz del sol le molestó tanto que cerró los ojos inmediatamente, sintiendo las lamidas de su perro sobre el rostro. — No... Basta —musitó sin ánimos ni fuerza. Su cabeza dolía, pero más el recuerdo. Miró sus nudillos tras sentir dolor en éstos, sí, era real, había sucedido... Tenía los ojos hinchados, había llorado. Se encogió en posición fetal, aferrándose a las sábanas y cobijas como si fuera su única protección; entonces, cerró los ojos con fuerza, tal vez si dormía de nuevo, al despertar todo sería sólo una pesadilla.