Asintió, incluso en su gesto cansado pudo resaltar una sonrisa un tanto torcida. Después de pasarse el pulgar entre el bajo labio y la barbilla, siguió asintiendo y volvió a su lugar. Una de sus rodillas servía de sostén para la libreta, mientras su mano esbozaba el cuerpo con puras líneas suaves y apenas insinuadas; procuró ser lo más fiel a las curvas sinuosas y alargados trazos que reclamaban las piernas ajenas; uno de los puntos que más le llamaba plasmar. Ni bien pasados 7 minutos exactos, se detuvo a confirmar perspectiva y simetría.
Y, satisfecho, culminó. Una vez más asintiendo pero con el ceño fruncido.
— ¿Quieres verlo ya? ¿O hasta que aplique la acuarela?
