— Jajajá, que fatalista eres, no es para tanto. — Azrael, con su eterno aire bromista, no pudo evitar soltar una sonrisa traviesa al ver a Enith luciendo aquel atuendo ceñido que realzaba su busto. Sus ojos centellearon con complicidad mientras observaba la reacción avergonzada de la albina. Sin embargo, en medio de la travesura, sus sentimientos se entrelazaron con la empatía y trató de comprender el pudor que ella experimentaba. — Todos tenemos nuestras inseguridades, pero eres hermosa tanto por dentro como por fuera. Ese vestido simplemente resalta una parte de tu encanto, pero no define quién eres como ser o ente espiritual. [?] — susurró Azrael suavemente, tratando de devolverle la confianza.