Tras haber recorrido una parte del camino Orianna empezó a imaginar los manjares que podría elegir del menú. La cafetería les ofrecía una dieta balanceada pero con múltiples opciones, después de todo cada quien tenía un cuerpo distinto y requería de nutrientes acorde a estos; al menos en eso eran indulgentes... Aunque si te portabas mal o eras castigado comías una masa grisáceo que sólo Dios sabía lo que contenía. La chica arrugó la nariz ante la imagen y decidió desecharla de su mente antes de que la hiciera perder el apetito.

—¿Hmm? —distraída como ella sola, se perdió los primeros segundos de las palabras dichas por Soujiro. Aunque no tardó en fruncir levemente el ceño ni en soltar un suspiro pesado. La verdad era que lo había pensado muchísimo los primeros días, pues ella, tan menuda y frágil, no parecía tener oportunidad alguna entre tantos soldados y en un lugar tan exigente.