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Sentiría las manos masculinas apoderarse de sus glúteos, manosearlos y estrujarlos sin ninguna gota de consideración o delicadeza hasta dejar incluso sus huellas marcadas en su suave y blanca piel, luego como había indicado el mayor, la pelirosa pegaría el teléfono a su oído y hablaría con cierta dificultad intentado esconder en su habla algunos gemidos qué podrían delatar su pequeña a ventura — Tsk! Mmff...Mama! Estamos muy bien Ah.. Mm si el me...mm..me lleva a la casa, te quiero chao — colgó de inmediato y hundió su rostro sobre la almohada dejando salir por fin incontables gemidos provocados por el placentero dolor de sentir el miembro azotando en lo más profundo de su útero.
 
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