—Con el regreso de quien fuera y, aún por doloroso, era su amado vampiro, dejó de llorar finalmente para ir a casa y encontrar a su pequeño ya despierto de su siesta. Se le notaba que no llevaba mucho despierto, como si hubiera presentido que llegarían, cosa que le hizo adelantarse un poco para revisar que estuviera todo en orden, acomodándolo con cuidado.—
Tai Feng... —La mirada somnolienta del menor pasó a ser de completa curiosidad en cuánto observó a aquel hombre, así fue unos segundos antes de extender en automático sus brazos hacia él pues lo reconocía, era su padre.—
—Sorprendido ante el agarre, detuvo su andar, mirándolo al girar el rostro, negando casi de inmediato cuando dijo aquellas palabras, estaba equivocado.—
N-no, no... no es... no es el miedo que tu crees, Caín...
—Debía admitir que por un momento si le tuvo miedo a él, el dolor de su brazo seguía, aunque ya no le prestaba tanta atención como antes. Sin embargo, el miedo era por molestarlo de nuevo, por ser imprudente.—
Yo... no quiero hacerte enojar o... sentirte menos preciado otra vez...
