—¿Y bien? —Le preguntó a Siegfried apenas cerró la puerta detrás de ellos. Aún podía sentir su corazón latir con fuerza y la punzada por la mordida ya sanada que Alaia le había dado cuando forcejearon en el sanatorio.

—¿Qué opinas? —Tenía una sonrisa emocionada en el rostro. Sabía que Siegfried la había sentido, esa ira que guardaba muy dentro de ella como una bomba de tiempo a punto de estallar.

—Nunca me imaginé que la volvería a encontrar luego de tanto tiempo. —Caminó hacia uno de los sillones y se dejó caer en este. Estaba segura que no se escucharía gran cosa en el pasillo, la puerta era de roble macizo, tendría que estar abierta para poder escuchar con claridad—... Por cierto, sentí a otro. Creyó que no me había dado cuenta, pero lo sentí. Quizás debamos hacerle una visita también.—