A esas alturas, que esa albina de apariencia delicada y frágil conociera cualquier cantidad de lugares distintos, no le era sorpresa. Era un ser más parecido a él mismo de lo que el dragón habría pensado la primera vez que la encontró hecha un perfecto bocadillo a las brasas en su territorio.

Sabía cuál era ese lugar y los que más frecuentaban el sitio también lo habían visto en múltiples ocasiones, las suficientes para saber que lo mejor era jamás acercarse y ocuparse de sus propios buenos asuntos. El dueño, por supuesto, era otra historia. Estaba en su deber de saludar, mas rápidamente buscaba volver a sus actividades.

—Vamos a aquella.

Indicó, caminando directamente hacia la mesa más alejada de todos en el lugar. Una pareja de amigos que conversaba en otra mesa cercana se levantó muy casualmente y se movió hacia otra mesa vacía.

—Pide lo que quieras, tomaré un whisky.

Le indicó una vez sentado, sacando un cigarrillo de hierbas que encendió con dos de sus dedos.