— Gracias, mi amor. Gracias por amarme, por creer en nosotros. Siempre seré tuyo, siempre estaré aquí para ti. Eres mi mundo, mi todo, y te prometo que haré todo lo posible para hacerte feliz. Siempre.

Sus palabras eran sencillas, pero la emoción detrás de ellas era profunda y verdadera. Altair había encontrado en Mirach algo más grande que él mismo, un amor que lo elevaba y lo completaba. No había dudas ni temores, solo la certeza de un amor que duraría para siempre. (...)