Altair permaneció en silencio, casi sin aliento, mientras las palabras de Mirach se filtraban en su corazón. La emoción era tan abrumadora que le costaba encontrar las palabras adecuadas para responder. Las lágrimas, que anteriormente habían sido derramadas en angustia, ahora eran lágrimas de alegría pura y gratitud infinita.

Finalmente, encontró su voz, aunque era apenas un susurro tembloroso: — Mi querido Mirach, mi amor, mi vida... Tus palabras, son todo para mí. Me has llenado de una felicidad que nunca imaginé posible. Estoy tan agradecido de tenerte en mi vida, de ser amado por ti de esta manera tan profunda y sincera.

Tomó la cara de Mirach entre sus manos, sus ojos perdidos en los de su amado, como si quisiera comunicar con la mirada todo lo que sentía. — Antes de ti, también me sentía perdido, vagando sin rumbo. Pero ahora, todo tiene sentido. Tú eres mi hogar, mi refugio. Me has mostrado un amor y una calidez que nunca pensé que experimentaría. (...)