Mi persona se escinde a cada barco que desembarca en el puerto. Los diferentes días pasaban y, aunque aburriese a todos los que conozco allí, para mí había ese resplandor que sólo pude ver en tierra, mar y cielo. Cada instante suponía un ligero esbozo del que reconfortarme respecto a mi existencia.

Pensé en que el odio hacia mi cuerpo y mi voluntad morían cuando nacían las estrellas en el cielo, en pleno manto de madrugada, mientras abrazaban Øresund. De alguna manera mi existencia fue concebida por la naturaleza que emerge en las plantas, y de la tierra de la como y me haré polvo en ella.

He pensado en cómo cantan los pájaros y en un ciclo más bello que el sufrimiento humano, plagado de artificios y eventos forzados del hombre. Aunque yo descienda de ellos, los barcos de Langelinie han presenciado mi nueva concepción de hembra.

Hembra trasciende más allá del género femenino humano, en tanto una nueva especie que siente confort y da a luz a una nueva simbiosis entre humano y