Al ver al hombre aprisionado, Adhara se acercó a este y se sentó sobre sus piernas. Sin importarle si quiera invadir su espacio personal, se puso a olfatearlo por todos lados, iniciando por su cuello, había un extraño aroma que desprendía que le llamaba mucho la atención, era como recordar un aroma que se había quedado grabada en su memoria y que a la vez era similar a la de sus "padres", pero tenía una mezcla de algo que no reconocía a simple vista y que solo percibió una vez en su vida: en su nacimiento.

Tomó el rostro de Blaze entre sus manos y lo vio fijamente, buscando ahora respuestas en su mirada.

— Lo que queda para nosotros es tener una vida y no ser desecho de la humanidad, señor... Einfer nos dio hogar, nos dio todo y ustedes solo son malagradecidos... Y eso le duele mucho a Adhara.