— Oh... Entiendo... — Le entristeció muchísimo saber aquella información. Sabía que los seres humanos sentían gran aprecio por las personas que fueron importantes en sus vidas en la tierra, por lo que sus muertes les afectaban muchísimo.

Por fortuna, Alis sabía muy bien que en el Reino Celestial había una ciudad con todos los fallecidos del mundo humano, los cuales habitaban en paz y armonía. Cada año, esos difuntos recibían en las entradas de sus hogares celestiales las flores y detalles que sus seres queridos dejaban en sus tumbas, por lo que Alis sabía que el amigo fallecido de Elliot recibía también los girasoles.

— Estoy seguro de que él disfruta muchísimo ese regalo que le ofreces siempre... — Dijo con una calmada seriedad, sonriéndole y posando su mano sobre su hombro.