Hacer pocimas es un arte, una que ya parece estar por extinguirse debido a la complejidad.
Un gramo, solamente un gramo separa el éxito del fracaso, el dulce de lo acido, la vida de la muerte. En lo personal, no podría dejar de hacer algo como esto, el aroma, las texturas, todo es algo exquisito que no podría cambiar.
Lizzie sentía alegre aquel nostálgico aroma. Le hacía recordar aquellos tiempos cuando era niña y su madre la llevaba a aquellos extensos campos de flores. Ella le contaba que su pareja amaba pisar con sus pies descalzos aquellos hermosos florales, y a Lizzie también le encantaba. —¿Dónde están mis modales?— dijo dándose cuenta de que no se había presentado con anterioridad. —Soy Elizabeth Alacor.— Le extendió la mano.
