El Heraldo maldito, engalanado con aquellas mórbidas prendas deshechas y aspecto de ultratumba, se acercó a la mujer lo suficiente como para que ella pudiese apreciar los detalles de su hermosura hórrida.

- Gracias bella mujer. - Cuando hablaba de su boca seca, emitía lo que parecían ser flamas purpúreas de Noxius puro y la oscuridad profunda que sus cuencas custodiaban, parecía devorar la sanidad mental de todos lo que se osaban a mirarle.

- Al parecer aún me queda bien el viejo traje. - Deja la bolsa con las osamentas en el suelo desprendiéndose de esta un intenso olor a muerte mezclado con el de rosas marchitas.