—Pero al final solo existe un rey de reyes, y ese soy yo.—dijo, con una voz que parecía más un canturreo lleno de ufanía. El desinhibido semidiós de los shurios caminó alrededor de ella, inspeccionándola. —Sí, he visto algunas. Unas más interesantes que otras. Algunas incluso dispuestas a morir antes de rendirse, pareces de esas.—