Zeyia era el reino despreciable por excelencia. ¿Es requerido un par de pulmones nuevos? Quizá en el mercado de pulgas zeyiano. ¿Una pata de pollo nändes? Tal vez en el puesto de Oxis. ¿Joyas de Dioses? ¡Justo en la esquina!
La tierra era hostil gracias a los pueblerinos. Ensuciaron la tierra con toda clase de atrocidades, por eso el aroma era agrio. La casa de los asesinos a sueldo, refugio para los marginados y los bastardos, hogar para quien nunca ha conocido algo mejor. Janâ vivía en su palacete del bosque, un obsequio del rey por su buen desempeño como vidente [...]
El suelo se estremeció con un temblor suave. El sonido de todos los frascos brujiles y del cuervo en la ventana hicieron que Janâ saliera de su morada para ver qué diantres sucedía.
Lo que vió fue un dragón.
Estaba perpleja y no supo cómo reaccionar. No era la clase de dragón que conocía, este no portaba montura ni escudo alguno, era libre. Se acercó cautelosa y presentó su presencia diciendo:
━ Janâ Źytkow... ¿y tú quién eres gran dragón?
La criatura era enorme, ocupaba todo el jardín. Tal vez le había llamado la atención el aroma de su hogar o la paz de ese sitio protegido con runas más antiguas que los árboles.
