Zeyia era el reino despreciable por excelencia. ¿Es requerido un par de pulmones nuevos? Quizá en el mercado de pulgas zeyiano. ¿Una pata de pollo nändes? Tal vez en el puesto de Oxis. ¿Joyas de Dioses? ¡Justo en la esquina!
La tierra era hostil gracias a los pueblerinos. Ensuciaron la tierra con toda clase de atrocidades, por eso el aroma era agrio. La casa de los asesinos a sueldo, refugio para los marginados y los bastardos, hogar para quien nunca ha conocido algo mejor. Janâ vivía en su palacete del bosque, un obsequio del rey por su buen desempeño como vidente [...]
(...) Terminando por tener las escamas un tanto erizadas en lo que aterrizaba a las afueras del lugar, ante sus ojos solo era capaz de ver un tipo de niebla oscura, el suelo era un tipo de mancha sin color, buscando alejarse del lugar había caminado en sentido contrario esperando que no le siguieran, buscando algo más "normal" para el, percibiendo el aroma un tanto a naturaleza se dirigiría al bosque esperando deshacerse de aquella sensación desagradable.–
