Zeyia era el reino despreciable por excelencia. ¿Es requerido un par de pulmones nuevos? Quizá en el mercado de pulgas zeyiano. ¿Una pata de pollo nändes? Tal vez en el puesto de Oxis. ¿Joyas de Dioses? ¡Justo en la esquina!
La tierra era hostil gracias a los pueblerinos. Ensuciaron la tierra con toda clase de atrocidades, por eso el aroma era agrio. La casa de los asesinos a sueldo, refugio para los marginados y los bastardos, hogar para quien nunca ha conocido algo mejor. Janâ vivía en su palacete del bosque, un obsequio del rey por su buen desempeño como vidente [...]
— Astaroth desde su nacimiento era incapaz de ver aunque poseyera ambos ojos, los cuales era de un tono verde claro aunque casi grises, sus escamas eran de un color rojo brillante con destellos naranjas lo que lo hacía bastante llamativo a la vista, había decidido abandonar a su familia para probar suerte y volver más hábiles el resto de sus sentidos, conforme había pasado el tiempo había logrado ser sensible a las energías y a las vibraciones de la tierra lo que le evitaba chocar con cualquier objeto que pudiera dañarlo.
Le habían dejado ir con una advertencia "evita a los humanos" y es que en el pasado su familia la cual era capaz de viajar de mundo en mundo había sido amenazada constantemente hasta abandonar aquel planeta llamado "tierra", en esa ocasion su curiosidad por conocer nuevos lugares lo había llevado hasta Zeyia, dando resultado a qué el mechón de pelaje que cubría toda su espina dorsal vibrará, era algo a lo que el llamaba "corrupción" o "vicio" terminando por (...)
