—Defraudaría a mis creadores si no fuera preparado para cualquier imprevisto. —Dantelion asintió con la cabeza ante sus palabras. Por la anchura del canal que tenían que cruzar no podía permitirse llevar demasiadas cosas, ni tampoco armas de tamaño considerable. Se decidió por lo simple: un par de chuchillos, un arma de fuego pequeña, una cuerda gruesa y utensilios metalicos de índole más bien centrada en una caja de herramientas. Porque un desarmador se requería en los momentos menos esperados. Con esta lista en su cabeza estiró el brazo y le dio un golpe en el hombro a Valcross con el puño cerrado.— Prepárate y nos vemos aquí en una hora. Te encargo el agua bendita, seguro que la consigues antes que yo. No soy supersticioso pero... —Se encogió de hombros. Jamás había luchado contra demonios y el folclore popular parecía contener la información universal de estos.— Yo traeré las bombas.