No te estoy ofreciendo nada. Te regalo, pues tan generosa soy, una lección importante de vida. El resto es cosa tuya.

-Se cruzó de brazos, el bastón estaba atrapado entre ellos. Al mínimo movimiento, los cascabeles que tendían de él tintineaban. Era agradable para los oídos.-

Pero no lo sé. Cualquiera puede abrir esa puerta como yo lo hice. No lo sé todo, en absoluto. Nunca alcanzaré a tanto, porque no fuimos creados para eso. No somos dioses. Pero quizá, cuando esto se acabe, pueda ser el único vestigio viviente de esto que fuimos. Y, tal vez, alguien más podría hacer lo mismo. O también sea mi miedo de quedarme sola, quién sabe. De todas maneras, siempre lo he estado.