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Shaitan · M
Lamió la poca sangre que salió de la herida ajena y llevó su mano al rostro del más alto, acariciándolo con sus rústicos dedos, cual ciego que busca reconocer a quien no ha visto en un buen tiempo.
—No tengo que decírtelo, puedes sentirlo, ¿verdad? —Refiriéndose a su erección— No es raro en mí cuando estás cerca, ese aroma que expides lo provoca.
Al bajar sus dedos hasta sus labios, se abrió espacio en su boca con dos de ellos, pero no tardó en meter los cuatro.
—¿Vas a saciarme esta vez? —Tras preguntarle, buscó uno de sus pezones y lo mordió y succionó.
Tanto preámbulo se debía a que lo último que supo era que estaba casado y lo apreciaba lo suficiente como para importarle su permiso, a pesar del palpitante deseo que comenzaba a secarle la garganta.
—No tengo que decírtelo, puedes sentirlo, ¿verdad? —Refiriéndose a su erección— No es raro en mí cuando estás cerca, ese aroma que expides lo provoca.
Al bajar sus dedos hasta sus labios, se abrió espacio en su boca con dos de ellos, pero no tardó en meter los cuatro.
—¿Vas a saciarme esta vez? —Tras preguntarle, buscó uno de sus pezones y lo mordió y succionó.
Tanto preámbulo se debía a que lo último que supo era que estaba casado y lo apreciaba lo suficiente como para importarle su permiso, a pesar del palpitante deseo que comenzaba a secarle la garganta.
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