En la madrugada ya no encontró a Fei en el nido, así que decidió ir a los bordes del río a dormir. Allí dónde la luna era grande y las estrellas brillaban. Estaba tranquilo allí. Probablemente, descansaría allí hasta la siguiente mañana.
—Escuchar cada palabra le causó una inundación en los ojos sin saber porque. Esta bajaban por entre sus escamas y terminaban cayendo desde su barbilla al suelo, lágrimas puras que, a pesar de ya no ser un guardián, hicieron crecer pequeños brotes en la tierra.—
Yo también deseaba aprender, que me enseñarás más de mi mismo, de ti, de todo lo que perdía al mantenerme en una prisión de cristal y raíces.
—A pesar de ello, si le enseñó bastante para el poco tiempo que pasaron juntos, eso lo agradecía y nunca dejó de pensar en él, de anhelar su compañía de nuevo cuando se fue. De soltó de su pata y subió al lomo ajeno, cuidadoso de sus alas, recostando la cabeza en ese pequeño hueco que dejaba la cornamenta ajena.—
