En la madrugada ya no encontró a Fei en el nido, así que decidió ir a los bordes del río a dormir. Allí dónde la luna era grande y las estrellas brillaban. Estaba tranquilo allí. Probablemente, descansaría allí hasta la siguiente mañana.
—Alzó la cabeza para volver a verlo fijamente, con toda su atención y esos pequeños ojos que ya no eran esmeralda como antes, sino azules.—
Extraño en parte la tranquilidad de mi hogar, el no preocuparme más que por mis animales y cultivos, quizá por seguir escondido...
—Fue sincero, aquella vida era por mucho mejor, sin enfrentar tantos cambios, sin sentir el paso del tiempo pero rodeado de quienes quería, sin embargo no era eso tampoco. Aceptaba los cambios, aceptaba sus nuevas emociones y los nuevos conocimientos, pero seguía sintiendo que no era él. Ese corazón que latía dentro no era el suyo, era un corazón distinto, que cargaba con tantos pesares y dolor, con un sufrimiento que le hacía sentirse vacío, ese corazón nunca lo supo, pero era formado de pequeños corazones de los animalitos que cuidaba, que fueron cruelmente masacrados, todos unidos para reemplazar el del dragón que fue atravesado.—
